sábado, 2 de noviembre de 2024

Relato "Pikis Labis".

Mi primer relato publicado en un concurso. Asociación ACREM, Embrujo Malagueño. Diciembre de 2020. Escrito en la cafetería Pikis Labis, en la calle Alfonso XII de Sevilla, donde solía desayunar cada sábado y donde tan bien me trataron y me sentía.

PIKIS LABIS

"Me llamo María del Carmen, treinta y tres años, un metro sesenta y seis, ligeramente sobre mi peso ideal, funcionaria de la Administración recién aprobada, vecina de Sevilla y natural de Torrecampo, Sierra Morena, Córdoba". Esa es mi carta de presentación en la aplicación informática de ligue más conocida. Mi amiga Lau del pueblo, mi única amiga, me ha recomendado dejar de ir a entierros y otros eventos sociales de gente desconocida a los que acudo con el único fin de socializarme de alguna manera. Me siento acompañada cuando espero detrás en la iglesia mientras se realiza una boda o comunión. Me siento arropada y en familia. Calidamente satisfecha en mi sempiterno estado de carencia. Lau me dice que estaría bien cambiar la estrategia social por otra un poco menos extraña. Ella es forofa de los libros de asesinos en serie y, no sé, quizás ve en mi una futura promesa. Quiere protegerme y yo me siento muy halagada con sus cuidados. Me propone usar Tinder, al parecer la aplicación informática de citas más conocida donde conocer gente y, quién sabe, quizás el amor. Aunque yo, honestamente, con el corazón en la mano, lo que quiero es sexo.

                                  * * * * *

No he quedado con él expresamente. Me dijo que frecuenta mucho esta cafetería. "Pikis Labis", en pleno centro de la metrópoli. Y allí me he presentado para darle una sorpresa. Será maravilloso, él no se lo esperará, se quedará estupefacto, impertérrito, anonadado y boquiabierto. Me dirá "estaba esperando este momento" y nos fundiremos en un abrazo eterno sin darnos ni siquiera un beso de salutación como manda el Protocolo Social.

            Es la hora del desayuno. La verdad es que no hay ninguna recomendación horaria en el "Protocolo Social de Encuentros de Tinder" que hemos confeccionado Lau y yo misma después de leer varias docenas de libros pastelosos repletos de bizcocheo y amor romántico. Hemos elaborado una guía de recomendaciones y respuestas que dar en una cita con un chico. Las cosas que no debo decir, cómo comportarme, qué hacer ante silencios incómodos... Me lo he aprendido de memoria y eso me da la sensación de seguridad que necesito. No obstante, siento cierta ansiedad y me he pedido una tostada entera de aceite, tomate, aguacate y jamón serrano. Y un café en taza grande. Estoy tratando de hacer una concienzuda dieta. Aunque creo que no he aprendido muy bien a canalizar la excitación. Y entonces me entra hambre. Y como. Como mucho. A deshoras. Si meriendo a las seis, a las siete tengo un hambre atroz. Intento esperarme a que den las nueve para cenar y así alimentarme cada tres horas, como buena mamífera. Pero es imposible. La ansiedad me puede. Y ahora la excitación.

            Está establecido en el Protocolo Social que hay que quedar en un lugar público, pero no dice en qué franja horaria. He elegido la hora de desayunar porque así me quito los nervios a primera hora. Y así doy salida a mi excitación. ¿Irá en aumento? ¿Se disolverá? He comprado velas aromáticas y me he descargado la banda sonora de Star Wars para el acto del coito, si es que se produce. En el Protocolo Social está establecido que, una vez se acabe la bebida y/o alimento pedido en el lugar público de la cita, él o yo daríamos a entender de forma expresa o tácita nuestras intenciones: quedar otro día, ver cómo se desarrollan los acontecimientos, irnos a mi casa a escuchar Star Wars... ¿Cómo será ese momento crítico? Pienso en ello cuando me doy cuenta que ya me he comido la gran tostada de aceite, tomate, aguacate y jamón serrano. Él no llega. Mi ansiedad crece. Mi excitación se mantiene constante. "¿Puedo pedir otra media de lo mismo?" No voy a estar aquí sin hacer nada.

            Lo he reconocido nada más entrar. Es muy parecido a la única y pequeña foto que aparece en Tinder. No me ve. Pero sí a la camarera que regenta el negocio. Se acerca a pedir a la barra. Se miran. Me duele ligeramente. Se besan. Me duele radicalmente. Ella le dice que ya mismo acaba. Él sale fuera a esperarla.

            Recuerdo el Protocolo Social, página trece, "de las salidas dignas" y ello hago: me escondo tras los restos de la tostada y media de aceite, tomate, aguacate y jamón serrano. Ay Lau, cuánto te echo de menos. Y cuánto echo de menos una buena comunión.