viernes, 1 de noviembre de 2024

Relato "Lucifir".

Publicado en la Revista "Caminante", junio 2024.

LUCIFIR

La mar está espesa. Tiñe con sus olas el pequeño puerto pesquero. La sal no esconde el mal olor. Cazar ballenas no es tarea grata. Un barco a la deriva intenta arribar. Los traicioneros acantilados asturianos no se lo ponen fácil. Es septiembre de 1517. El emperador ha llegado.

Días después, Carlos I de España y V del Sacro Imperio duerme aquí. En Villaviciosa. A las puertas del Sueve. De eso hace ya 500 años. En su honor, el águila de dos cabezas compone el escudo de la villa. El mismo que corona los informes que estoy aprendiendo a elaborar.

Justo antes de mis vacaciones, recibo una solicitud de ayuda. Genérica. Lo más común es que mis compañeras y yo misma recibamos, en el Servicio Social del Ayuntamiento donde trabajamos, solicitudes de ayuda en concreto. Una casa. Una beca. Una pensión. Este caso es particular. Es una carta manuscrita. Parece la letra de un niño. En mayúsculas. Firma una tal Helen Handa. Habla de unos seres extraños. Ördög. Lidérc. Ludvérc. Lucifir. Los ve por la calle. Quieren hacerle mal. Siente mucho miedo. Y debe tener frío. Está desesperada. Solicita protección.

Salgo con el equipo de calle de Cruz Roja y pregunto si tienen alguna idea de quién es esa mujer. El equipo me habla de una mujer extranjera, de piel blanca. Ojos claros. De unos cuarenta. Duerme en una casa que está a medio hacer. Casi a las afueras del pueblo. Siempre está sola, me cuentan. Como huyendo de algo. O de alguien. El equipo de calle le lleva café bien caliente y un bocadillo. Anochece pronto, el frío arrecia y un buen líquido espeso y caliente rejuvenece el alma.

No damos con ella esa mañana, así que me sumo al equipo por la noche. Entramos en la casa abandonada. Con una linterna se reflejan los ojos de un gato. Se acerca. Es Helen Handa. Nunca he visto a una persona tan pálida y asustada.

-Espeso -pide. Bebe el café solo. Sin leche. No quiere comer.

Habla en un lenguaje extranjero. Húngaro, según me cuentan. Afuera hace un frío de mil demonios y dentro de esa casa a medio hacer también. Habla de los ludérc. Demonios nocturnos, me traducen. Propios de la mitología húngara. Brillan en la oscuridad. Como fuegos fatuos. Cuenta que están por el pueblo. Nos alerta para que corramos. Han venido a pasar el invierno aquí. A hibernar. Cuenta que son ricos. Que se alojan en las casas de Turismo Rural. En los hoteles caros. No quieren llamar la atención. Pagan bien. Luego, cuenta, siempre pasa algo. Alguien desaparece. Alguien muere "antes de tiempo".

Helen habla muy bien. Parece tener cultura. Dice que era Trabajadora Social en Hungría. Que tuvo que huir. Tuvo un caso similar al que estoy yo viviendo ahora. Quiso ayudar a un chico que estaba en la calle. Le atacó. No era de este mundo, dice. Le dio tanto miedo que huyó.

Ha empezado a nevar. En mi informe expongo que Helen padece algún tipo de discapacidad psíquica. Cree ver seres extraños. Debe ser algún tipo de trastorno esquizoide. Paranoia. Emito el informe y lo remito a la Fiscalía. Allí tramitarán unas diligencias. Obtendrán más información. Con su resultado, decidirán si solicitan al juzgado medidas de apoyo con respecto a Helen. Pido que adopten una medida cautelar urgente. De ingreso involuntario. Helen no debe estar con este frío en esa casa a medio hacer. Debe estar en un entorno protegido, ser cuidada y tomar su medicación. Debe ser diagnosticada y tratada.

Ahora sólo queda esperar. La medida cautelar suele adoptarse más o menos rápido. Me acerco una tarde para ver si la veo. Ya es de noche. No se oye nada. Me adentro en la casa. Voy con la luz del móvil. Veo los ojos brillantes de felino. Saludo a Helen. Se me acerca y me doy cuenta de que no es ella. Es solo un gato.

- Espeso -escucho detrás de mí.

- ¿Helen? -No termino de pronunciar su nombre. Me estoy ahogando con mi propio espesor.