Publicado en la revista "En sentido figurado", marzo/abril 2024.
LA
ACERA
Qué incomodidad. Qué ridículo. Vivía en Bilbao. Corría
el 2022 y no llegaba a cuarenta. ¿Mi nombre? María del Carmen. Nunca supe
gestionar esas situaciones. Iba caminando por la acera. Por mi derecha se
acercó una persona que cruzaba el paso de peatones. Se puso a andar a mi lado.
Por la misma acera. ¿No podría ir más rápido o quedarse atrás? Sentía mucha
incomodidad. La calle era larga. Y la acera más bien estrecha. Intenté reducir
mi velocidad y cederle el paso. Pero se notaba mucho. Y me daba vergüenza.
También podría habérselo dicho. Que no me sentía bien con ella andando así. Quizás
sintiera lo mismo. Siempre me lo pregunté. En esas situaciones yo mantenía el
paso firme y la cabeza muy digna. Como si no me afectara. Pero qué incómodo.
Qué invasión. Me sentía torpe. Como si fuese mi culpa. Intenté acelerar. ¡Pero
no me llegaba para adelantarla! Me sentía más ridícula. ¿Por qué tenía que
ponerse a mi lado?
Justo antes de cruzar la calle la
llamaron al móvil. Se paró. Qué alivio. Me giré de soslayo para cerciorarme. Lo
bueno fue que la conversación parecía larga. Lo malo, que no lo vi venir.